martes, 31 de mayo de 2011

GRACIAS


Han sido varios meses compartiendo algo más que clases y conferencias con ellos.
Han sido varios meses comprendiendo el liderazgo de cada uno, porque ni a uno sólo le falta esa cualidad.
Han sido varios meses en los que ellos me han enseñado a ilusionarme por un proyecto, por una idea.
Han sido varios meses en los que he descubierto, escuchándoles, el futuro que tiene la socialdemocracia.
Han sido varios meses en los que ellos me han demostrado lo importante de compartir momentos, sonrisas, preocupaciones…vida
Pero estoy seguro que serán muchos meses más de recordarlos.
Recordaré al compañero, a la joven promesa, a la incansable luchadora por la igualdad, al intelectual, al comprometido, a la serena, al erudito, al luchador, al brillante, al inteligente, al que escucha, al genial, a la sentimental, a la discreta , al trabajador incansable, al pensador, al dirigente, a la ingeniosa, al dispuesto siempre a ayudar, a la diplomática, a la integradora, a la sincera, al observador, a la participativa, a la colaboradora, a la coordinadora, a la resolutiva, a la sensata, a la inquisitiva, a la responsable, al culto.
No son cualidades de cada uno de ellos, todos los tienen ellos.
Por eso recordaré al fin y al cabo al LIDER, al POLITICO, a la PERSONA.
Por todo eso, GRACIAS, compañeros

miércoles, 25 de mayo de 2011

QUO VADIS ?

LOS PARTIDOS POLITICOS ¿HACIA DONDE?
En la actualidad, la función socializadora de los partidos ha descendido en importancia por el papel creciente de los medios de comunicación ajenos a los partidos. Los medios partidistas tienen una precaria existencia, pues los ciudadanos y en ocasiones los mismos afiliados prefieren una información menos doctrinaria. Las que si tienen cada vez más aceptación son las fundaciones de estudio, investigación y documentación de los partidos. No obstante, gran parte de la llamada crisis de los partidos tiene que ver con la actual debilidad de su función socializadora, pues ello se interpreta como una incapacidad para vincularse con las aspiraciones y los intereses de la sociedad.
No obstante, algunos críticos de los partidos han señalado que éstos han sido rebasados por los movimientos sociales en cuanto a su aptitud para movilizar la opinión pública. Tal censura debe ser vista con objetividad. Seguramente, algunos partidos han perdido capacidades para articular las demandas de la comunidad, y ante ciertas reivindicaciones de los movimientos sociales no actúan con la celeridad que se requiere. Otros, en cambio, actualizan y reformulan sus estrategias y logran conformar mejores ofertas políticas frente a sus miembros y al resto de la sociedad en los órdenes privado y público, frecuentados por las nuevas organizaciones sociales.
Otra de las funciones de los Partidos, la selección de gobernantes, cuando no se realiza utilizando métodos y procedimientos democráticos internos, tiende al funcionamiento oligárquico de los partidos. Tal riesgo, advertido, en la obra de Robert Michels , sigue siendo el desafío más grande que enfrentan los partidos. La organización formal que requiere el partido para desarrollarse lleva en ocasiones a que los dirigentes adopten decisiones por encima de los intereses y deseos de la base.
En los partidos de la clase trabajadora encontramos que el personal de los llamados “Fontaneros” y “Profesionales de la Política” es aún más estable que el de los líderes naturales. La retención en el tiempo de los cargos es el auténtico peligro para la democracia de los partidos; por ello aquellos que quieran mantener su esencia democrática deberían fijar la temporalidad en todas las funciones como norma. Cuanto más tiempo se esté en el cargo, tanto más la influencia tiene el líder sobre la masa y por tanto es mayor su independencia.

La retención indefinida del liderazgo se realiza más por la ley de inercia que porque sea el resultado del equilibrio de fuerzas existente en partido en un momento dado.

Con la institución del liderazgo comienza, como consecuencia de lo prolongado de la función, la transformación de los líderes en una casta cerrada. A pesar de la violencia de las luchas intestinas que dividen a los líderes, en todas las democracias éstos manifiestan una solidaridad firme frente a las masas. Cuando hay una lucha entre los líderes y las masas, siempre salen victoriosos los primeros, si logran mantenerse unidos.

Toda organización democrática, por esencia, pivota en una división del trabajo. Pero si esa división del trabajo impera hay necesariamente especialización, y los especialistas se hacen indispensables. El colectivo siempre prefiere al líder contrastado y experto antes que al merecedor, ya que el anterior asegura unos resultados ciertos. Algunas personas, simplemente por haber sido investidos con determinadas funciones, se hacen inamovibles, o al menos difíciles de reemplazar y más con el transcurso del tiempo donde ya han podido tejer redes clientelares gracias a favores debidos.

Los dos defectos más graves de la democracia auténtica son su inestabilidad y su dificultad de movilización; ambos dependen del derecho reconocido de que los miembros de los partidos tomen parte en la administración de sus propios asuntos.

Conforme que los jefes se separan de sus electores, manifiestan su inclinación a llenar las vacantes que se producen en la organización, no mediante elección popular, sino mediante cooptación, y así aumentan sus propios efectivos todo lo posible, al crear nuevos cargos, por iniciativa propia, aun no siendo necesarios para la organización. Aparece en los líderes una tendencia a bunquerizarse, al cual solo pueden entrar quienes participan de su propia forma de pensar. En lugar de que la elección por votación sea lo normal para el nombramiento de su sucesor, los líderes hacen cuanto está en su mano para elegirlos ellos mismos.

Otro de los graves problemas, a la hora de decidir los candidatos para que estos puedan ser elegidos, es el nepotismo. Este poder de decisión sobre los futuros candidatos la sustenta normalmente una camarilla formada por los dirigentes locales y sus allegados en el partido, quienes sugieren a las asambleas los nombres adecuados. En muchos casos el escaño parlamentario, el puesto en el Partido, es considerado casi como una propiedad familiar.

No se debería de permitir la acumulación de poder en las manos de un número restringido de personas, ya que eso nos llevará por fuerza a muchos abusos. El “representante”, que se sabe indispensable, se transforma con facilidad de servidor en señor.

Los afiliados no deben de estar mucho más sujetos a sus propios líderes que a sus gobiernos, y soportar abusos de poder de los primeros, que nunca tolerarían a estos últimos.

Por otra parte, y sin negar que el predominio de los partidos en las sociedades industriales avanzadas resulta imprescindible para vertebrar la organización social, el partido influye en demasía las carreras políticas de sus afiliados, apreciando o despreciando, sin ningún tipo de criterio racional, a aquellos que un momento les son útiles o no.
El Estado moderno es un Estado de partidos, pero cuando degenera por culpa de la corrupción y el clientelismo deriva en partidocracia.
Todo ello, unido a que los partidos ideologizados buscan permanente, casi todos ellos, el llamado centro político, ha provocado menor interés por los temas políticos, y quienes se interesan por la participación lo hacen sobre temas concretos e identificables.
Al no existir ya las grandes ideologías que buscaban explicarlo todo, la política y los partidos han perdido capacidad de atracción, y ello hace a algunos pensar que los partidos pudiesen ser desplazados por los movimientos sociales.
Las consideraciones anteriores, junto con los antiguos problemas de los partidos, han hecho que sus críticos presenten un cuadro alarmante, dando a entender que asistimos a los últimos momentos de esas organizaciones. Sin embargo, si prescindimos de los partidos para organizar la vida política ¿qué sustitutos tenemos con mejores garantías para la vida democrática y su desarrollo?
EL FUTURO
¿Podrán los partidos sortear su crisis y, de ser así, cuál es su futuro? La respuesta no puede ser única y definitiva; se trata necesariamente de un planteamiento múltiple con diversas derivaciones. En principio, debemos situar el problema en el contexto del futuro de la democracia. Además, una respuesta así debe ser capaz de distinguir a los regímenes, pues no todos tienen el mismo grado de desarrollo y características, en tanto que algunos son democráticos y otros no.
Fijándonos solamente en países democráticos, con sociedades homogéneas u heterogéneas, en las primeras la respuesta tiene que ver con el desarrollo de la democracia y la profundización en ella. Los partidos tienen que cambiar de estrategia de acuerdo con las pautas que presenta la nueva sociedad tecnológica e informática, como mantendré más adelante; su apuesta está en fomentar alianzas con los movimientos sociales, ser capaces de avanzar en las propuestas de estas organizaciones y mejorar sus mecanismos de democracia interna. En especial, se debe de insistir en la renovación constante de sus élites dirigentes y en mantener frente a la sociedad una gran transparencia en sus líneas políticas y en el uso de sus recursos.
En los partidos sus dirigentes tienen la obligación de ser transparentes con los recursos de los mismos, para de ese modo mantener la legitimidad del proceso democrático. Y no sólo transparentes ante sus afiliados sino también ante sus votantes, sin permitir que de ningún modo la sombra de la sospecha recaiga sobre las finanzas de sus organizaciones.
Ya que los partidos nacen en un tiempo determinado, conforme este pasa tienen que evolucionar ya que de no hacerlo pueden llegar a desaparecer. Si estos no tuvieran en cuenta las necesidades de la sociedad y se adaptase a ella, esta puede prescindir de ellos y encaminarse a la búsqueda ya sea de otra organización u otro sistema; es así como los partidos deben esforzarse siempre por coincidir con las demandas de los ciudadanos y por lograr una buen adaptación con el ambiente socioeconómico y político.
Hoy asistimos a la aparición de un proceso económico, tecnológico, social y cultural a gran escala, que consiste en la creciente comunicación e interdependencia entre los distintos países del mundo unificando sus mercados, sociedades y culturas, a través de una serie de transformaciones sociales, económicas y políticas que les dan un carácter global. Este fenómeno supranacional es la Globalización. En la actualidad una nación ya no puede tomar decisiones sin considerar a las demás.
Por todo ello, la evolución y cambio de los partidos debe de tener en cuenta estos cambios para ofrecer soluciones. Sin embargo es el mercado el que se impone al Estado, y son las multinacionales y el poder financiero quienes mandan en vez de los gobernantes, obligando a estos a tomar decisiones por encima de sus planteamientos ideológicos y políticos. Los partidos políticos no están sabiendo responder a este desafío y es importante, cuando no vital, que busquen soluciones para volver a tener el protagonismo que del que se les está privando.
La sociedad debe de formar parte de la política. Los partidos están formados por individuos que siguen una misma pauta, sin que se toleren diferencias ni pluralidad, las cuales, son las bases de toda democracia. Pero la democracia puede convertirse en excluyente si no se da verdadera igualdad y tolerancia a lo diverso, ya que diferentes minorías no se sentirán representadas.
Hoy por hoy los ciudadanos han dejado de apoyar a los partidos políticos por la propia desconfianza que tienen en el sistema de partidos, más que en la poca reciprocidad que reciben de los primeros.
Si queremos que el sistema sobreviva, habrá que llevar a cabo reformas que hagan que la voz pública pertenezca en realidad a todo los integrantes de la sociedad, no sólo a las élites. Las sociedades cambian y los partidos deben de cambiar.